Circular: Una reflexión al terminar el primer mes de clases

Circular: Una reflexión al llegar a este primer mes de clases

“Mi empeño principal se dirija pues, a practicar la caridad, a llevarla en el corazón. Si llena el corazón, se derramará por sí sola sobre las acciones externas.”

Beata Madre Paulina von Mallinckrodt



Estimada comunidad educativo pastoral,

Cuando estamos a pocos días de cumplir un mes de clases, con presencialidad completa luego de la experiencia de trabajo online e híbrido, queremos hacerles llegar nuestro mensaje y reflexión acerca del panorama que nos toca experimentar como institución escolar inserta en la sociedad del siglo XXI.

Cada época y cada generación tiene sus propias complejidades y crisis, que son a la vez oportunidades y desafíos para crecer y desarrollarnos como sociedad y como país. Estos últimos años, en especial desde octubre de 2019, hemos visto a nuestro alrededor y al interior de nuestros grupos de pertenencia (familia, colegio, iglesia, barrio…) cómo, asociados a los fenómenos de la crisis social, pandemia, crisis económica, política y social a nivel global, se desmoronan muchas de las creencias que teníamos, se reconfiguran nuestras expectativas y nos vemos en la obligación de adaptarnos a situaciones que en muchos aspectos eran inimaginables hace 3 o 4 años.

Si contamos desde octubre de 2019, llevamos prácticamente dos años y medio en una situación de “alerta” constante, como personas y como sociedad. La pandemia nos obligó a repensar nuestros hábitos más básicos, nuestras formas de relacionarnos y nuestras rutinas laborales, de estudio, entre otras. Hemos debido generar un sistema completamente nuevo para responder, por ejemplo, a la necesidad de continuar desarrollando aprendizajes a pesar del confinamiento por razones sanitarias, hemos tenido que aprender a compatibilizar vida familiar y laboral porque en muchos casos el mismo hogar es espacio de trabajo y de esparcimiento. Nuestras expectativas económicas y sociales se han visto afectadas por la pandemia, que con la consiguiente crisis global que ha generado nos obliga a repensar todo. Y por si fuera poco todo esto que hemos vivido, este año nos enfrentamos a un escenario de guerra que amenaza como nunca antes al mundo completo, por su amenaza bélica y por sus consecuencias económicas y políticas.

Todos estos elementos que hemos debido enfrentar como individuos y como sociedad, nos han obligado a repensar y reposicionarnos en muchos aspectos de nuestra vida. Sin embargo, si bien los adultos podemos sentirnos muy afectados por esta situación, sin duda las niñas y niños han pasado la peor parte de todo esto, pues a las problemáticas compartidas que hemos mencionado, hay que sumar la incertidumbre sobre el futuro asociada a la pérdida de la rutina escolar, la reducción de los “espacios seguros” en los cuales poder desenvolverse; para las estudiantes mayores, la dificultad para proyectarse vocacional y profesionalmente en un mundo tan cambiante, entre otras muchas dificultades.

Si bien los adultos estamos afectados en general, para los niños y niñas, que dependen de las decisiones de los adultos que los rodean para casi todo en sus rutinas diarias, ha sido aún más difícil. 

Por otra parte, la escuela como institución es un factor protector reconocido y de gran importancia ante problemáticas como la violencia intrafamiliar y el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas. Estas problemáticas han tenido un crecimiento enorme en el período de la pandemia, con cifras aún desconocidas, puesto que los colegios son los principales denunciantes en estos casos. Al no estar funcionando presencialmente, las situaciones de violencia y abuso en general siguieron produciéndose, pero sin la posibilidad de intervención por parte de las instituciones escolares, que ponen el alerta a todo el sistema de protección.

Es con esas condiciones que retomamos nuestras “rutinas” este año 2022. Hemos visto con estupor los episodios de violencia dentro y fuera de las escuelas, y dirigidas hacia todos los actores de las comunidades. Si bien muchas de las causas de la violencia e incertidumbre que enfrentamos como sociedad escapan ampliamente a nuestras posibilidades de acción como individuos, a nivel de sociedad e instituciones debemos hacernos cargo de ellas y actuar colectivamente, especialmente para que nuestros niños, niñas y jóvenes puedan tener las oportunidades de desarrollo que les corresponden como derecho, y que les permitan construir en el futuro una sociedad mejor para ellos y para nosotros mismos.

Un elemento clave en este sentido es reconocer que la mayor parte de nosotros nunca habíamos experimentado una situación sociopolítica de este nivel de complejidad. Para la mayoría esta es la “primera pandemia”, y es también la primera vez en que contamos con la tecnología para, por ejemplo, hacer clases a distancia. Por lo tanto, puede parecer obvio, pero ninguno de los actores involucrados en todos estos procesos tiene la experiencia necesaria para resolver acertadamente las cosas. Mucho menos una receta que permita solventar el problema de manera rápida y efectiva. Es por eso que necesitamos construir de manera colaborativa las soluciones y mejoras que necesitamos, sabiendo que hay decisiones que deben ser tomadas y que evidentemente siempre habrá personas que tienen visiones diferentes. Tenemos derecho a tener opiniones diversas, pero debemos elegir un rumbo y apegarnos a él.

En ese sentido, son muy importante los ejemplos que damos a nuestros niños, niñas y jóvenes. Todas las acciones (y omisiones) palabras y gestos que hacemos, enseñan a las nuevas generaciones. Si voy en el auto manejando, y me peleo con otro automovilista, estoy dando un ejemplo de “cómo enfrentar problemas”, que de seguro será imitado por los niños y niñas en cuanto tengan oportunidad. Si tengo una diferencia de opinión y la resuelvo a golpes, ese ejemplo tendrá mucho más peso que cualquier discurso sobre la importancia del diálogo. Si estoy en desacuerdo con una decisión y la manifiesto de manera agresiva, quienes me vean tendrán un ejemplo de resolución de conflictos, que por cierto no resuelve los conflictos y que por el contrario, los agrava.

Nosotros como adultos en espacios educativos, docentes, apoderados, o en cualquier rol que desempeñemos, debemos tener como prioridad la generación de espacios seguros y nutritivos para los más jóvenes, para así permitir su desarrollo integral. Nuestras acciones serán siempre mucho más explícitas y significativas que nuestras palabras.

Es fundamental tener presente que las problemáticas que vivimos no son “culpa” de ninguna de las personas que están directamente involucradas conmigo, sino que son fenómenos complejos que de una u otra forma a todas las generaciones les toca vivir en algún momento. Es por ello que la solución tampoco será simplemente ejercer mi derecho a presentar una queja o un airado reclamo ante una situación que no me parezca adecuada. Es muy probable que esa situación tenga una complejidad mayor de la que parece a simple vista, por lo que difícilmente se podrá solucionar con la voluntad de una o dos personas. Debemos asumir colaborativamente las crisis y problemáticas como oportunidades para ser mejores. Es en estas situaciones en que se ponen en juego nuestra creatividad, imaginación, resiliencia, empatía… es decir, lo complejo del mundo que nos toca vivir nos pone en la disyuntiva de desenvolvernos con lo mejor de nuestra calidad humana, sin desconocer que muchas veces las crisis pueden sacar lo peor de las personas, como hemos visto en el acontecer nacional e internacional.

Queremos que esta crisis que nos toca vivir, y que no sabemos realmente hasta cuándo nos obligará a seguir adaptándonos, sea una oportunidad para sacar lo mejor de nosotros/as mismos, de poder soñar acerca de qué mundo queremos realmente dejar a las nuevas generaciones, que podamos aprender en comunidad a utilizar la tecnología sin volvernos aún más esclavos de ella.

Nunca está demás recordar que es el contacto humano, la interacción entre personas, la que nos ayuda a desarrollarnos, conocernos y construir el mundo que queremos. La acción de un colegio no puede reducirse a la entrega de conocimientos, de lo contrario empobrecemos la maravillosa riqueza de la educación.

Finalmente, queremos invitarles a seguir con una disposición constructiva y dialogante ante las situaciones que vivimos. Todas las personas que formamos parte de esta comunidad nos hemos visto, de las más diversas formas, golpeados por las crisis política, económica, social, sanitaria, etc. Estamos todos y todas “heridos”, y eso nos hace estar más sensibles ante el entorno, incluso a veces más irritables. Seamos conscientes de ello y construyamos vínculos sanos, porque eso es lo que queremos dejar a las nuevas generaciones. Evitemos los juicios de valor cuando expresemos nuestra opinión. Cambiemos el “cómo no se les ocurrió que…” que ha encabezado tantas cartas y reclamos, por un “tal vez lo pensaron, pero mi sugerencia es…”. Hablemos de nuestras propuestas, inquietudes y necesidades sin cuestionar o denostar a los otros, porque realmente no sabemos qué está pasando en la mente y el corazón de quienes nos rodean.

Que podamos mantener un clima de respeto, diálogo y comunión en nuestra comunidad es trabajo de todos y todas. Cuando hayan pasado estas crisis, porque todas las crisis tarde o temprano pasan, puede que hayamos perdido muchas cosas. Pero en el balance final, lo verdaderamente importante y valioso es tenernos los unos a los otros, porque cuando no podemos mantener el diálogo, la comunión y el respeto entre nosotros, estamos sembrando vientos que nuestros niños y niñas cosecharán como tempestades en el futuro.

Recordemos que en el corazón de nuestra fe cristiana está el imperativo ético que es la regla de oro de la moral: no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, que en un sentido positivo implica actuar con las demás personas de la manera en que yo espero ser tratado/a. Que podamos vivir esa empatía que nos lleva al encuentro con el otro/a y con nosotros mismos/as.

Que Madre Paulina interceda por nuestra comunidad, para que sea un espacio de crecimiento y aprendizaje para nuestras estudiantes. Un verdadero segundo hogar.

Afectuosamente

 

Dirección y Equipo de Gestión

Colegio María Inmaculada