Querida comunidad,
en este mes de septiembre, queremos invitarles a reflexionar en torno a «nuestros sueños para Chile», pensando en cuál es el futuro que quisiéramos para nuestro país.
Queremos recordar en este mes la carta «Mi Sueño de Chile» en que hace 20 años, el Cardenal Raúl Silva Henríquez nos propuso un ideal que aún estamos en proceso de alcanzar:
MI SUEÑO DE CHILE
19 de noviembre de 1991
Me preguntan por el país que sueño o que deseo. Y debo decir que mi deseo
es que en Chile el hombre y la mujer sean respetados. El ser humano es lo
más hermoso que Dios ha hecho. El ser humano es “imagen y semejanza” de
la belleza y de la bondad de Dios. Quiero que en mi patria desde que un ser
humano es concebido en el vientre de una mujer, hasta que llega a la
ancianidad sea respetado y valorado. De cualquier condición social, de
cualquier pensamiento político, de cualquier credo religioso, todos merecen
nuestro respeto.
Quiero en mi país todos vivan con dignidad. La lucha contra la miseria es una tarea de la cual nadie puede sentirse excluido. Quiero que en Chile no haya más miseria para los pobres.
Que cada niño tenga una escuela donde estudiar. Que los enfermos puedan acceder fácilmente a la salud. Que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia.
Y que cada familia pueda habitar en una casa digna donde pueda reunirse a
comer, a jugar y a amarse entrañablemente.
Quiero un país donde reine la solidaridad. Muchas veces ante las distintas
catástrofes que el país ha debido enfrentar, se ha demostrado la generosidad y
la nobleza de nuestro pueblo. No es necesario que los terremotos solamente
vengan a unir a los chilenos. Creo que quienes poseen más riquezas deben
apoyar y ayudar a quienes menos poseen. Creo que los más fuertes no
pueden desentenderse de los más débiles. Y que los más sabios deben
responsabilizarse de los que permanecen en la ignorancia. La solidaridad es
un imperativo urgente para nosotros. Chile debe desterrar los egoísmos y
ambiciones para convertirse en una patria solidaria.
Quiero un país donde se pueda vivir el amor. ¡Esto es fundamental! Nada
sacamos con mejorar los índices económicos o con levantar grandes industrias y edificios, si no crecemos en nuestra capacidad de amar. Los jóvenes no nos perdonarían esa falta. Pido y ruego que se escuche a los jóvenes y se les responda como ellos se merecen. La juventud es nuestra fuerza más hermosa.
Ellos tienen el derecho a ser amados. Y tienen la responsabilidad de aprender
a amar de un modo limpio y abierto. Pido y ruego que la sociedad entera
ponga su atención en los jóvenes, pero de un modo especial, eso se lo pido y
ruego a las familias ¡No abandonen a los jóvenes! ¡Escúchenlos, miren sus
virtudes antes que sus defectos, muéstrenles con sus testimonios un estilo de
vivir entusiasmante!
Y por último, quiero para mi patria lo más sagrado que yo pueda decir: que vuelva su mirada hacia el Señor. Un país fraterno sólo es posible cuando se reconoce la paternidad bondadosa de nuestro Dios. He dedicado mi vida a esa tarea: que los hombres y mujeres de mi tierra conozcan al Dios vivo y verdadero, que se dejen amar por Él y que lo amen con todo el corazón.
Quiero que mi patria escuche la Buena Noticia del evangelio de Jesucristo, que
tanto consuelo y esperanza trae para todos. Este es mi sueño para Chile y
creo que con la ayuda de María, ese sueño es posible convertirlo en realidad.
RAÚL CARDENAL SILVA HENRÍQUEZ
Santiago, 19 de Noviembre de 1991